miércoles, 13 de abril de 2011

¿Qué votamos?


¿Qué votamos?

Como venimos escuchando en los medios desde hace varias semanas (y las que nos quedan), el próximo 22 de mayo son las elecciones autonómicas y municipales.
Tal y como están las cosas, algunos nos preguntamos ¿a quién voy a votar? O lo que es más triste ¿para qué voy a votar? Todos los partidos se ponen de acuerdo al unísono en la importancia que tiene el voto útil y nos abruman continuamente con frases parecidas a: ¡es necesario que votéis! ¡sea a quién sea votad!

Estos típicos comentarios en vísperas electorales suelen generar desconfianza y dan a pensar que, se vote a quién se vote, ellos siempre tienden a sacar beneficio. Muchas de las personas que acudimos (o no) a las urnas desconocemos realmente la importancia que tiene votar y cuál es su utilidad real. Según Dahl (1988), un orden político será democrático siempre y cuando cumpla dos premisas fundamentales: a) que cada miembro tenga derecho a ser tratado y considerado en igualdad de condiciones y b) que todas las opiniones de los ciudadanos sean igualmente válidas.

Centrándonos en la segunda, la toma de decisiones de la ciudadanía debe satisfacer el principio de: “una persona, un voto”. Este concepto visto desde el enfoque teórico es muy sugerente y tiende a crear un sentimiento positivo, pero aún así sospechamos que algo no funciona como debería ¿cómo se aplica esto en el caso de las elecciones estatales? ¿realmente todos los votos tienen la misma representación?

En nuestro sistema democrático, como todos sabemos, prima el bipartidismo, esto es, la mayor parte de los votos quedan repartidos entre dos partidos. Es obvio a simple vista que la causa principal es que los ciudadanos han decidido votarlos en mayoría. Pero si nos centramos en las elecciones estatales, es necesario preguntarse qué criterio se escoge para el reparto de los votos entre los escaños disponibles para cada partido. Esta asignación se realiza a partir del sistema D'Hont. Que, aunque pueda parecer por el nombre una fórmula complicadísima, es muy simple de aplicar.

El sistema D'Hont consiste en dividir el total del número de votos que hayan conseguido los partidos entre los escaños a repartir en una circunscripción pero con cierta particularidad. Pues por ejemplo, si los escaños que debiéramos repartir fueran 5, tendríamos que dividir el número total de votos de cada partido entre 1, 2, 3, 4 y 5 respectivamente. Estos cálculos nos mostrarán cómo se hará a continuación la repartición, pues los escaños elegidos serán siempre las divisiones que hayan conseguido las 5 mayores puntuaciones.



Partido A
Partido B
Partido C
Partido D
Partido E
Escaños
Votos
500.000
300.000
200.000
100.000
50.000
División

500.000
300.000
200.000
100.000
50.000
/1

250000
150.000
100.000
50.000
25.000
/2

166.667
100.000
66.667
33.333
16.667
/3

125.000
75.000
50.000
25.000
12.500
/4

100.000
60.000
40.000
20.000
10.000
/5

Como podemos ver, 3 de los escaños corresponden al partido A, 1 escaño al B y otro al C. Los partidos D y E no han conseguido en cambio ninguna representación. Además debemos tener en cuenta que el voto en blanco no tiene ningún tipo de cabida en este sistema ya que solo se aplica la fórmula electoral a candidaturas (que superen la barrera del 3%), es decir, por mucho que se compute como voto útil, a la hora del recuento no se contabiliza.

No podemos afirmar que sea un sistema bastante desproporcional en cuanto a que, al fin y al cabo, se representan la totalidad de los votos (menos los en blanco). Las candidaturas tienen que superar una barrera electoral del 3 %, por lo que hay muchos votos que no tienen representación, ya sea por no superar esa barrera o porque, superándola no consiguen ningún diputado. Así pues, se puede afirmar que la Ley D'hondt favorece claramente a los partidos mayoritarios.

El problema real nace cuando, en el caso estatal, todos los escaños que existen se deben repartir entre las circunscripciones, que en el caso de España son las provincias. Así pues, las provincias que tengan pocos escaños siempre estarán representadas por los dos partidos mayoritarios.

Por si nos parecía poco proporcional, aún surge otro inconveniente en el reparto En el sistema electoral que se aplica en España siempre se dan dos escaños de prorrateo a cada provincia, es decir, antes de empezar el recuento de votos todas las circunscripciones ya tienen dos escaños de base. Esto supone que, en las provincias menos pobladas, además de tener escaños principalmente de los partidos mayoritarios, un voto computa más que en aquellas donde la población es mayor.

Así pues, el voto de un ciudadano de Madrid, por ejemplo, computa menos que uno de Burgos, dado que en esta última circunscripción hay menos población y por lo tanto, eligen los escaños entre menos votantes quedando subestimados muchos votos madrileños. A su vez, Madrid al igual que otras provincias españolas con gran número de habitantes, es donde más favorecido se puede ver el voto a los partidos minoritarios en el caso de elecciones estatales, pues a mayor proporción de población, más heterogeneidad de voto útil.

Llegados a este punto debemos preguntarnos: ¿Cuán proporcional es nuestro sistema electoral? La fórmula D'Hont favorece, concretamente en el caso español, a que haya una desproporcionalidad del 14%. Aunque nos sorprenda, esta no es la única característica injusta de nuestro sistema de elecciones, pues hay más, interesantes y dignas de conocer que no se tratan aquí por falta de espacio.

Debemos plantearnos seriamente cómo votamos y a quién votamos. A quién favorecemos o perjudicamos con nuestra decisión. Pues, si realmente pretendemos modificar este bucle bipartidista en el que estamos sumergidos debemos informarnos, difundir esa información y así intentar despertar la conciencia colectiva.

No hay inversión más rentable que la del conocimiento” Benjamin Franklin.

1 comentario:

  1. bueno! ja tenim el que es propiament el blog, posant-se a tope!! jajaja
    Bona explicació, trobo que val molt la pena, aixi que tothom a llegir!

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